jueves, 6 de junio de 2013

LA TESINA DE URGANDARIN



No es que pretenda abordar el conocido y polémico tema de los líos judiciales del yerno del Rey, Iñaki Urgandarín, y el instituto Noos, ya que siempre he creído en ese derecho constitucional que es la presunción de inocencia, en la que no se puede culpabilizar a nadie mientras no se investigue a fondo y se tengan las suficientes pruebas sobre ello. Pero ya sabemos que aquí en España tanto jueces como fiscales, tienen condición de funcionario, es decir, que cuentan con el soporte del sueldo vitalicio de por vida (pagado por los contribuyentes, claro), y por ello no tienen necesidad para competir por un desempeño bien hecho como si tuvieran que trabajar en la empresa privada a merced del libre, competitivo y salvaje mercado. Dicho en otras palabras, que “trabajan” como les da la gana (igual no van a ser despedidos y cobrarán la misma nómina trabajen bien o mal, poco o mucho), y eso, naturalmente da lugar a que muchos inocentes estén condenados a penas de cárcel o a multas, y muchos culpables se pasean tranquilamente por la calle como si la cosa. De ese modelo de justicia puede salir cualquier cosa, y aunque el Rey dijera que “todos somos iguales ante la ley”, eso no se lo creen ni los tontos, ya que en la practica siempre se ha comprobado que todos somos desiguales ante la ley, y más en un sistema de justicia del funcionariado vitalicio, y que la justicia funcionarial, por lo común, es caprichosa, y por ello mismo injusta, ya que no tiene que rendir cuentas a nadie, ni nadie la controla, por su esencia corporativista y cómplice de si misma. Pero para maldiciones judiciales, mejor que las dejemos para viejas gitanas.

Hemos visto aquí que las informaciones decían que terceros son los que le hicieron la tesina al conocido duque de Palma, para la obtención de sus títulos universitarios o de másters. Como se ve, algo que puede comprarse o venderse, aprovechando influencias por ser “familiar o amigo de”, como se hace en las cosas públicas. Hay cosas que se tienen que demostrar con méritos propios, y en el caso del duque de Palma, lo de las medallas de bronce como jugador de balonmano es indiscutible, pero…¿será de verdad en los títulos de licenciado o en los másters?. Cuando hay dinero e influencia, es fácil encargar delegando, o comprar la tesina de un tercero, con la cómplice vista gorga del examinador (que como que también es funcionario, es fácil comprarlo, ya que igualmente forma parte del sistema corrupto del funcionariado vitalicio). No pretendo señalar que el yerno del Rey hiciera trampa, porque no lo sé y no me atrevo a hacer afirmaciones no probadas, pero creo que esa información sobre el fraude con las tesinas es un exponente de lo que hacen miles de universitarios, y que ese ha sido el “modus operandi” para hacer su tesis doctoral y conseguir así sus títulos universitarios, o sus masters, mientras hubiera dinero o algún tipo de influencia o presión por dentro. ¿Pero de verdad nos hacen falta titulaciones oficiales para desempeñar oficialmente según que trabajos?. Eso me parece totalmente injusto. ¿Cuántos no conocemos, por ejemplo, de los planos que firmó un arquitecto, pero que en realidad los diseñó o los dibujó un pobre y mal pagado delineante?, ¿o en el caso del ayudante del dentista, que se ponía a extraer o a tapar muelas, sin tener titulación alguna de dentista?. Los títulos autorizan según qué, pero muchas veces las tareas las realizan terceros sin títulos (y muchas veces suelen ser gentes mucho más eficaces y competentes), y por aquí es donde empiezan los abusos entre el privilegiado que dispone del título y con ello de la licencia, y el “negrero” que es el que muchas veces desempeña el trabajo y no sólo no es reconocido por ello, sino además se considera que está cometiendo una ilegalidad o irregularidad, y encima muchas veces mal pagado.

Esto tendría que terminarse: los títulos universitarios, de másters, o de cualquier otra cosa están muy bien, ya que son un reconocimiento de que se ha pasado por la universidad o cualquier otra escuela y se han adquirido unos conocimientos, pero serían sólo buenos como recomendación. Cualquiera tendría que tener el derecho de trabajar de cualquier cosa, sin que lo de no disponer de títulos, por las circunstancias que fuere, no fueran ningún impedimento para el desempeño. Eso es un libre mercado, y cada cual debería de trabajar en lo que quisiera, siendo el mismo mercado (clientes y consumidores) el que dejara de lado a los “engañabobos” o charlatanes de feria que pretenden vender lociones crece pelos, “dando gato por libre”. No tendría que importar lo de tener o no tener títulos, sino aprovechar las habilidades de cada uno en el desempeño de cada cosa, traduciéndose en los resultados finales de cada servicio, que los clientes o consumidores, son los que premian en pago, o rechazan buscando otro servicio mejor y más eficaz en otra parte.

Para los servicios públicos, podría parecer bien la exigencia de títulos para el desempeño, pero para lo privado cualquiera tendría que tener el derecho a desempeñar lo que le viniera a gusto, y además sin agobiarles con demasiadas normativas y exigencias, y sustituyéndolo por los viejos valores del sentido común y de la voluntad de ofrecer un servicio bien hecho. De modo que, por ejemplo, cualquiera podría ejercer de médico-curandero, de dentista, de diseñador de planos, de docente, de técnico informático, etc…., sin necesidad alguna de títulos universitarios que se lo impidieran, ya que aquí en un libre mercado lo que de verdad cuenta al final es el desempeño bien hecho, con un servicio de calidad, y un resultado final satisfactorio. Bill Gates, o Steve Jobs, son dos ejemplos de personajes que sin tener títulos universitarios fueron capaces de crear y ofrecer algo de utilidad para la sociedad, y esto lo hemos de reconocer y proteger esa libertad de que cada cual se dedique a lo que quiera, sin trampa ni cartón, y en lo que al final cuenten los resultados, no el tener o no tener un título universitario.


Esa libertad permitiría una mayor liberalización del mercado, lo que llevaría a más gente a arriesgarse en abrir negocios en los que poder desarrollar sus ideas, talentos o habilidades innatas, con todo lo que ello supone de creación de nuevos puestos de trabajo, así como una mejor oferta de servicios para toda la sociedad. Por eso si fuera presidente, en cuanto se refiere a los títulos, no los tendría en consideración como una obligación o condición para poder dedicarse a determinada tarea, sino que simplemente lo dejaría como algo de recomendación, un reconocimiento de los méritos estudiantiles y formativos de su poseedor, pero nada más, y sin prohibir a nadie que libremente ejerciera el trabajo que más deseara, tuviera vocación, o se viera apto o útil, aún sin tener títulaciones que requieren muchas horas de dedicación fuera del trabajo y de casa, y que muchas veces no está al alcance de todos. Es positivo y necesario para el país una verdadera libertad de trabajo, clave para su prosperidad y para satisfacción de capas de la población más amplias, que puedan desempeñar sus talentos y capacidades, sin los impedimentos de tener o no tener títulaciones universitarias, o demás reconocimientos docentes. Así se consigue, por un lado que las personas que valen puedan ser útiles a la sociedad con sus desempeños, y que las personas que han defraudado consiguiendo sus títulos con tesinas supuestamente hechas por terceros, por no tener méritos patentes que demuestren sus capacidades en su libre ejercicio, sea el propio mercado el que los aparte por sus malos servicios. Eso sería una sociedad mas justa y mucho mejor.

 

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