En España somos muy del mote:
A Adolfo Suárez le llamaban “Pico de Oro” por su facilidad
para la palabra bonita y la seducción. Igual el vicepresidente socialista
Alfonso Guerra (Pepito Grillo) le llamaba “Tahúr del Mississipi” por su habilidad
en la negociación.
A Felipe González, “IsidorO” aparte, le llamaban “Nadiusko”
por sus labios parecidos a los de la famosa actriz de la época del destape
“Nadiuska”.
A José María Aznar, “Asnar” (de hacer el asno).
A Zapatero (el Za-paro, por su afición en destruir empleo).
A Rajoy “Mari-Ano” (por sus políticas de dejarnos a todos de
culo).
Y ahora a la vicepresidente Soraya Saénz de Santamaría,
alguien la ha llamado “Chochito de Oro”, debido según los mentideros
periodísticos porque se gastó unos 40.000 euros en ginecólogo, y nadie de entre
la casta lo traga ni lo tolera (otra cosa es cómo lo llamará el vulgo de ahora
en adelante, tan aficionado a los motes). ¿Tanto sentido del humor nos falta?.
Son las consecuencias de las prácticas de aquello que algunos apodan
“femi-nazismo”, que tratan de imponernos por aquello de la discriminación de
género, y que según qué palabras no son admitidas en la Real Academia de la
Lengua Española (la que se supone que tendría que “limpiar, fijar y dar
esplendor” a las palabras comunes de nuestro vocabulario), en el que no se
respeta ni la libertad de expresión. Naturalmente si a alguien le ofende, le
queda aquello de nuestro refranero: “A palabras necias, oídos sordos”, pero por
favor, que nadie nos diga cómo tenemos que expresarnos pretendiendo llamar las
cosas por su nombre, y en el caso de la casta política, incluso el peor insulto
sería insuficiente, dados los hechos como los han dejado: España arruinada,
impuestos asfixiantes, y un desempleo cada vez mayor y sin remedio.
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