Desde el episodio de la caída que sufrió su Majestad en un
lugar perdido de África en aquella cacería de elefantes, y con ello su “eso no
volverá a pasar”, hemos asistido a un visible deterioro de la salud del Rey que
se refleja en sus apariciones por televisión como un hombre que apenas ya no se
puede sostener a pie, ni con ayuda de las muletas. Eso plantea el asunto de si
sus tareas de Jefe de Estado, debido a su delicada salud, deberían de ser
asumidas temporalmente por el “Vice-Rey” príncipe de Asturias (su hijo, el
futuro Rey Felipe VI) haciendo funciones de regente, mientras su padre se
recupera o hasta que se plantee la abdicación. Pero ese es otro tema.
El tema que quería tratar hoy es que quien es constitucionalmente
el Primer Ciudadano de España ha optado libremente operarse de una infección de
la pierna en una clínica privada, y además escogiendo el mejor cirujano
especialista en el caso, que por supuesto, barato no tiene que serlo. Claro que
según una fuente que circula por internet desde hace ya mucho tiempo, la
revista Forbes, especializada en multimillonarios, le calculaba a nuestro Rey
Juan Carlos una fortuna por encima de los 1700 millones de euros, dinero más
que de sobras para cubrir sus propias necesidades y las de su familia, sin
necesidad del estipendio de casi 10 millones de euros anuales que le conceden
las Cortes Españolas, en los presupuestos que aprueban cada año. Es de desear
que se mejore, aún así gracias, además, si puede ahorrar el coste de su
operación médica y cuidados hospitalitarios al resto de los sufridos
contribuyentes, la inmensa mayoría de los cuales, no pueden escoger ni médico,
ni hospital, ni fecha para ser intervenidos. Aunque debo de aclarar que no he
podido encontrar fuentes, ni por internet, que me confirmen si la fortuna de Su
Majestad supera los 1.700 millones de euros.
Si Su Majetad, en aras de dar buen ejemplo, hubiera optado
por la sanidad pública española, otro gallo cantaría: ¿tendría que ponerse a la
cola de la lista de espera, como todos, aún a pesar de ser constitucionalmente
el Primer Ciudadano de España?. ¿O dispondría de un privilegio especial?. ¿Y si
no existiera la sanidad privada en España, que no tuviera que competir siquiera
con la pública?. Entonces sería ocasión de ver el plumero en todo esto, porque
en este pobre país nuestro de la forzada y obligatoria “solidaridad entre
todos, sin distinciones”, para hacer uso de la sanidad pública, aparte de tener
la suerte de que te toquen unos buenos profesionales (que no siempre es así),
uno tiene que ponerse en la cola sin distinguir de cotizantes o no cotizantes,
y de nacionales o extranjeros. Da lo mismo que hayas estado cotizando 30 años,
o que no hayas cotizado nunca, o que seas hijo de España o un extranjero que ha
entrado de cualquier manera haciéndose con ello con la tarjeta sanitaria y
todos los derechos sanitarios que esta otorga, porque tendrás que soportar una
lista de espera que cuando llega el momento de atenderte la enfermedad ya ha
empeorado e incluso ya te has muerto por la falta de atención en el momento
adecuado. Esas son las consecuencias del sistema sanitario español, basado en
“la solidaridad entre todos, sin distinciones”, con lo cual seguro que a Su
Majestad, la infección que tiene en la prótesis de su pierna, se le habría
podrido tanto, que hubiera necesitado una amputación de urgencia, por la
posible gangrena que seguramente hubiera desarrollado, y todo eso soportando
horribles dolores día a día que pasara hasta que le hubiera tocado llegar al
día que le hubiera correspondido en su lista de espera, y aún teniendo en
cuenta que no lo hubieran retrasado más a causa de cualquiera de las absurdas
huelgas cuyas consecuencias siempre acaban siendo daños colaterales que tienen
que sufrir en silencio una serie de terceros ciudadanos ajenos a todos esos
asuntos y que se encuentran indefensos frente a esos abusos aunque exista con
toda la hipocresía que representa lo que llaman “servicios mínimos”.
Creo que tenemos un sistema sanitario público, que basándose
en aquello de “la solidaridad entre todos sin distinciones”, acaba siendo el
más injusto de los sistemas, porque: ¿por qué no tiene preferencia o prioridad
en los servicios aquella persona y su familia que ha estado cotizando varios
años con los aportes derivados del sudor de su trabajo, frente a aquella
persona que apenas no ha contribuido en nada a las cotizaciones?, ¿por qué no
tiene preferencia o prioridad en los servicios en su propio país alguien que es
hijo de España (con todo el servicio militar que ha hecho, o han hecho por él
sus antepasados, aparte de otras razones de patriotismo), frente a otro que ha
venido de cualquier país del mundo?. ¿Dónde está el sentido de la justicia
entre el que ha trabajado muchos años aportando mucho de su esfuerzo en
sostener el sistema de Seguridas Social, y el otro que sin haber aportado nada
y viniendo de cualquier lugar del mundo, lo recibe todo gratis?. Sin duda alguna, personalmente me parece que
algo no casa bien aquí. Y en mi caso particular, habiendo cotizado unos 30 años
(y eso de que ahora estoy en paro involuntario), apenas he hecho uso de los
servicios de la Seguridad Social en toda mi vida, con lo cual no lo veo muy
claro el sentido de que yo haya aportado tanto dinero para que se hayan beneficiado
terceros y no vaya a recibir yo mismo un servicio de calidad cuando me haga
falta (que espero que nunca me encuentre en esta situación, si Dios quiere).
No tengo muy claro el coste de la Seguridad Social entre lo
que aporta cada ciudadano, ya que en estos momentos no dispongo de cifras ni de
estadísticas para contrastarlo. Pero, por citar un ejemplo ilustrativo,
supongamos que cada cotizante aporta por valor de unos 7000 euros anuales (y
aún indicando esa cifra a la baja). En mi caso serían haber aportado unos
210.000 euros, en lo que ha sido mi vida laboral, que si se hubiera invertido
la mitad en renta fija y la otra mitad en renta variable (y siempre escogiendo
lo más seguro y conservador), calculo una revalorización y capitalización
aproximada de cómo mínimo por encima de los 500.000 euros, por tan solo unos 30
años cotizados. Es pues, una cifra más que suficiente para poder vivir de
rentas, sin necesidad de pensión de jubilación, y pagándose uno la visita del
médico o la atención hospitalitaria cuando hace falta que se podría hacer
mediante el pago (voluntario) de un seguro médico privado, de coste medio para
acceder a casi todos los servicios por debajo de los 1000 euros anuales, en una
sanidad privada que de no existir la actual sanidad pública, se vería obligada
a competir en ofrecer la mejor calidad y los mejores precios posibles. Y aún
asi, los que no son manirrotos y se cuidan bien como para no necesitar
demasiadas atenciones médicas, podrían dejar una buena suma a sus herederos,
que buena falta haría, y que sería muy positivo para el conjunto de la economía
española esa forma de ahorrar y de disponer de capitales.
Naturalmente que existen ciertas enfermedades o tratamientos
hospitalitarios, cuya gravedad harían falta inevitablemente la atención la
sanidad pública que no estaría dispuesta a conceder la sanidad privada por no
ser rentables, y en estos casos sí haría falta la “solidaridad nacional entre
españoles”, y esa supuesta “solidaridad” bien entendida. Pero eso sería una
necesidad básica que se podría cubrir con una financiación mínima del Estado,
hacía esa minoría de personas más necesitadas y desamparadas para esos casos
desgraciados.
En resumen, y debido a lo costosa, injusta y mal gestionada
que es la sanidad pública, si fuera presidente buscaría privatizar urgentemente
todos los servicios sanitarios, vendiéndolos al mejor postor en subasta,
liberando de ese modo una carga inútil a los contribuyentes y a los cotizantes,
y suprimiendo con ello aquel injusto principio de la “solidaridad entre todos,
sin distinciones” que tan caro nos está saliendo con una calidad de servicio
mala y horrible. Y al no haber cotizantes obligatorios, la gente se podría
pagar de su propio bolsillo los servicios sanitarios, y de paso al ser unos
servicios caros, ganaríamos en salud, ya que los ciudadanos se cuidarían más
para evitarse el gasto sanitario. En consecuencia sería una carga menos para el
Estado, y con ello un alivio en impuestos y cotizaciones de las que se librarían
los ciudadanos en general, al mismo tiempo que tendrían una mayor conciencia de
salud, cuidándose, ya que como todos sabemos, enfermar sale muy caro.
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