Cuando se trata de premios ( Príncipe de Asturias,
Cervantes, Planeta, Goya, Nobel, etc…), todos salen corriendo a recogerlo,
llenarse el bolsillo –que a algunos incluso le resuelve la vida-, y a presumir
de prestigio de premio.
Ahora bien, en el país de las envidias, como es el nuestro,
donde decir o reconocer que Fulano o Mengano es mejor que Perengano, puede
resultar algo muy seriamente ofensivo, porque ¿quién es quién, para decir que
Fulano de Tal es mejor que Mengano de Cual, y por tanto, hay que darle el
supuesto “premio”?.
Que entidades privadas quieran premiar al que le dé la gana,
es algo comprensible, y están en todo su derecho, pues ponen el dinero de sus
propios bolsillos. Pero cuando son con los fondos públicos, y además en tiempos
de crisis en los cuales buena parte de la población está sufriendo penurias,
desempleo, ahogo a impuestos, subidas de precios, marginación, abandono,
justicia corrupta, etc…, …puede resultar
claramente insultante el despilfarro en esos dudosos premios.
Hay personas que luchan cada día, por su familia, por
conseguir trabajo, por conservar el empleo que tienen, contra la pobreza,
contra la enfermedad, contra la desgracia, contra la injusticia, contra la
discriminación, contra los impuestos, etc…….. y todos esos héroes anónimos,
muchos de ellos seguramente mejor personas que toda esa manada que se llevará
los premios, y que no sólo no se quedaran sin premio alguno, sino que encima
son ellos los que indirectamente financian involuntariamente esos premios con
sus impuestos.
Los premios de verdad los fija el libre mercado: si eres un
escritor bueno, el público te compra tu libro; si eres el científico que ha
inventado la pastilla que cura definitivamente el cáncer, mereces todos los aplausos
posibles. Para todo lo demás, es lo más parecido a la feria de las hipocresías,
donde todo resulta un cuento de mala comedia de pretender demostrar que alguien
es el mejor en base a dudosos méritos no demostrados del todo.
Así que más seriedad, más respeto por la gente que lucha
de verdad y se queda sin premio, y hacer menos el cuento, que ya estamos hartos
de tantas hipocresías. En otras palabras, que se tendrían que acabar con los
premios que se obtienen a costa del ahogo a impuestos de todos los
contribuyentes. ¿Se enterará el Príncipe Felipe?, ¿se acabará algún día ese
ridículo patético de los premios “Príncipe de Asturias” premiando cualquier
tontería, sí y porque sí ?.
Por mi parte, si fuera presidente, ese premio lo elimino
totalmente, así como muchísimas cosas hay que eliminar en nuestro pobre país
del despilfarro público, y del mal ejemplo de las envidias.