La primera lección no escrita de los masters en finanzas o los estudios de contabilidad es que se debe de saber cómo defraudar el máximo de facturas posible. Toda actividad económica se mueve con dos clases de dinero: el legal (el que tributa) y el negro. El origen de la existencia del dinero negro viene derivado de la existencia de un Estado abusivamente recaudador de tributos que nadie quiere pagar, pues nadie está dispuesto a regalar el fruto de su trabajo o la recompensa de su negocio arriesgado. ¿Cuántas veces hemos sabido de cobros de primas en dinero negro, aparte de las nóminas por parte de determinados trabajadores?, ¿cuántas veces nos hemos encontrado con abogados o dentistas que prefieren facturar en negro?, ¿cuántas veces hemos pagado la vivienda una buena parte en negro, para evitar pagos de impuestos sobre el IVA, sobre la constitución de la hipoteca o el registro ante notario, etc.., ya que a mayor dinero legal, mayores, injustos y abusivos impuestos?.
En el caso de los sobres negros para comprar la fidelidad y los favores de la casta política no es algo que debería de extrañar a nadie, pues como todo lo demás son corruptelas toleradas y reconocidas socialmente, ya que todo el mundo cuando puede paga o cobra en negro, consecuencia de los abusos de un Estado insaciable en la recaudación de impuestos. Es algo habitual que todos muevan dinero negro con toda normalidad: políticos, empresas y particulares; todos tratan de salvarse en la medida que pueden de la codicia recaudatoria del Estado, cosa completamente comprensible y normal, porque por un lado “el dinero de todos, no es de nadie”, y “hacienda no somos todos”, sino que “hacienda sólo son los tontos que pagan”. Nadie con sentido común pensará que alguien no sea honrado por pagarle sus servicios en negro, por ejemplo, a una prostituta.
Lo que es verdaderamente considerado de corrupto, deshonesto y sinvergüenza, es que un político tenga que cobrar varios suculentos sueldos de distintos entes o instituciones públicas, tal como es el caso del mismo presidente del gobierno o de la secretaria general del PP, por citar tan sólo dos ejemplos, que ambos cobran sueldos de varios sitios cuyo origen son los caudales públicos. Un político, lo mismo que un trabajador normal que cumple una jornada oficial de trabajo de 8 horas (aunque en la práctica son más horas en ambos), dedica el mismo tiempo más o menos a las mismas necesidades físicas de dormir, actividad diurna, etc…, pasándoles a ambos las mismas horas, con lo que es desorbitado que muchos políticos cobren de tantos lugares como si en vez de días de 24 horas, fueran días de 240 horas, y hasta en algunos casos de 2400 horas. Esto es lo verdaderamente vergonzoso y corruptible, máxime en un país con más de 6 millones de parados, y con millones de personas que apenas pueden vivir con la limosna temporal de los 426 euros que le otorga el Estado gracias a los impuestos y cotizaciones de la “solidaridad de todos” impuestos por la fuerza a todos. Con un solo sueldo público (que ya están sobradamente pagados, teniendo en cuenta que el salario mínimo español son unos 646 euros al mes), sería más que suficiente para mantenerse un político, y dar buen ejemplo de ello; y ello es posible, y si no, me remito al presidente de Uruguay José Alberto Mujica.
Y naturalmente las corruptelas de un país disminuyen en la medida que desaparecen los impuestos. Por consiguiente, la lección es clara: a más impuestos, más corruptelas, con lo cual habría que plantearse si ya es hora de que se tenga que acabar de una vez por todas con los impuestos reformando todo el Estado de arriba a abajo, y que cada ciudadano viva del fruto del su propio trabajo, reservándose el Estado una parte mínima de impuestos para financiar el mínimo de servicios excepcionales y absolutamente indispensables.
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