martes, 21 de junio de 2011

EL INÚTIL DESPILFARRO DE LAS GUERRAS DE LIBIA Y AFGANISTÁN



“La guerra es la mayor estupidez humana”, decía el presidente estadounidense Ronald Reagan, y “Si quieres la paz, prepara la guerra” decían a modo de proverbio los antiguos romanos. Ambos argumentos tienen su parte de razón: hay que estar siempre preparados para cualquier guerra para que ningún otro país extranjero se atreva a desafiar o a agredir al nuestro, pero en la medida de lo posible evitarla, usando todas las posibilidades diplomáticas, entendiendo por diplomacia la tolerancia y el respeto ajeno, siendo la guerra el último recurso, y una vez decidida sea con la finalidad única de ganarla. Otra cosa es liarnos en una guerra donde no nos han llamado y que además ni nos incumbe, ni es nuestra guerra.

Con el objetivo de buscar las armas escondidas de Sadam Hussein que había desafiado al mundo con aquello de la ocupación de Kuwait y poniendo en peligro el suministro de petróleo que necesitamos, España bajo la presidencia de Aznar colaboró en la guerra de Irak junto con otras potencias como Estados Unidos e Inglaterra, y fue muy criticado por ello, especialmente por un PSOE que ganó las elecciones con un mensaje anti-belicista.

Pero a la hora de la verdad, el supuestamente pacifista PSOE, con Zapatero en la presidencia del gobierno español, se ha ido involucrando en guerras como las de Afganistán y Libia, que no tienen nada de ver con los intereses españoles, aparte de que tampoco está nada claro qué causa se defiende metiéndose en esas guerras internas de países en los que unas facciones luchan contra las otras por hacerse con el poder. Son países de credos y de mentalidades represoras, por ejemplo contra los derechos de las mujeres (que allí apenas no existen los derechos de las mujeres, tal como los entendemos aquí en el occidente de las libertades y la democracia), en las que gane una facción u otra, no se garantiza para nada un nuevo régimen democrático de libertades y estado de derecho donde los “derechos humanos” tal como los entendemos sean respetados y donde los ciudadanos de cualquier sexo tengan la garantía de este amparo y protección respaldada por la ley. Por tanto, esta no es nuestra guerra, no nos incumbe, y nuestros soldados, muchos de los cuales allí pierden la vida inútilmente, ni tan siquiera están defendiendo una causa justa, aunque se excusen con lo de “tareas humanitarias” o “apoyo logístico”.

Aparte, el coste de la guerra, tal como informó ayer el telediario, en Libia es de momento unos 12,4 millones de euros al mes, que aunque parezca simple calderilla al lado de lo que suman los presupuestos del estado, suponen la paga en ayuda de 400 euros mensuales a 31.000 parados que se les haya agotado la prestación por desempleo.

Teniendo bastante miseria, falta de trabajo, y muchos otros problemas, ¿realmente vale la pena ese despilfarro que paga el contribuyente español con sus impuestos para financiar la guerra de Libia en la parte que le corresponde?. Y no digamos sobre el coste de la otra guerra, ya en zona del centro de Asia.

España debe de marcharse ya tanto de Libia como de Afganistán, lugares de los cuales no sólo no han sido de provecho para interés alguno de España, sino que incluso nos ha costado una sangría de dinero que buena falta nos hace en nuestro propio país.

Y otro detalle a tener en cuenta: el coronel Gadaffi no caerá tan fácilmente. Como ocurrió con Vietnam, o la captura de Bin Laden, se supone que la caída del viejo zorro del desierto puede que tarde años. Con lo que sería de sentido común que España se retirará cuanto antes de estas inútiles guerras, que sólo han servido para despilfarrar el dinero de los contribuyentes y para devolver algunos cuantos soldados españoles muertos sin entender muy claramente por qué razones ni causas. Y eso de que el gobierno español, en boca de la ministra de defensa Carme Chacón, acaba de prorrogar “indefinidamente” la guerra de España contra la Libia.